No fuimos casualidades en su camino.
El nuestro, es un Dios que busca incansablemente, hasta encontrarnos.
Miles y diferentes son sus caminos para llegar a nosotros. Pero siempre sentiremos el delicado roce de su mano tocándonos suavemente, invitándonos a seguirle.
Podemos escudriñar cuidadosamente los evangelios y en los cuatro descubriremos a un Dios personal.
Emanuel si es Dios con nosotros.
Observen por ejemplo, el caso de la mujer samaritana. (Juan 4:4-42)
Todo lo que pasó aquella tarde: la manera como Jesús y ella se encontraron.
Todo lo que él le dijo y el milagro que ocurrió en el corazón de aquella mujer, ¿fue casualidad? ¿Se la encontró el Señor en su camino y aprovechó para mostrarle el camino de paz? Por cierto que no.
Miren este versículo: “Y le era necesario pasar por Samaria”. –v 4
Hablaron de tantas cosas:
Reglas étnicas y culturales.
Pozos profundos.
Derechos territoriales.
Métodos de adoración.
Conceptos filosóficos.
Aún, de la situación conyugal de la samaritana.
Pero en medio de toda aquella charla, había una interrogante flotando en el ambiente.
Una pregunta arraigada por años en el corazón de aquella mujer.
Una duda que Jesús respondió, porque en realidad ese era el motivo de su “encuentro casual”.
Una pregunta que no se hizo y que sin embargo, quedó contestada.
Una cuestión entre líneas. Una respuesta clara y contundente. Para nuestro bien.
“Nuestros padres adoraron en este monte, y vosotros decís que en Jerusalén es el lugar donde se debe adorar”. –v20
¿Cuál es la pregunta aquí?
-Nuestros padres dicen que Dios está en Gerizim, por eso vinieron a adorarlo aquí.
Ustedes dicen que Dios está en Jerusalén y por eso allá es donde adoran.
Pero mi duda siempre ha sido,
¿Dónde está realmente Dios?
¿Dónde está cuando me siento tan vacía como mi cántaro?
¿Dónde, cuando me siento tan sola?
¿Dónde, cuando siento sed de él?
¿Dónde, cuando las heridas de mi alma son tan profundas como este pozo?
Amigos, Jesús escuchó claramente la pregunta que los labios de la mujer no pronunciaron abiertamente.
Así es él.
¿Les ha pasado que, cuando nos sentimos tan heridos, solos o vacíos, sentimos no tener las palabras adecuadas para acercamos a Dios y externarle nuestras dudas y temores.
No sabemos cómo acercarnos ni cómo orar.
¿No sabemos cómo decirle Dónde estás?
Bienvenidos al club.
Pero Dios tiene la capacidad de oír esas preguntas que intentamos esconder en los oscuros rincones de nuestra alma.
El puede oír el susurro de nuestro corazón.
¿Cuál fue la respuesta que sacudió el desfalleciente corazón de esta mujer y la llenó de paz?
¿Qué respondió el salvador a la pregunta silenciosa de la samaritana?
“Jesús le dijo: Yo soy, el que habla contigo”. –v 26
¿Quedó respondida la duda de la mujer de Samaria?
…¿Y la nuestra?
Cuando el pozo es profundo.
Cuando el cántaro se vacía.
Cuando el sol quema la espalda y el sentimiento de culpa quema el alma.
Cuando nos preguntamos si somos tan malos que él tal vez ya se cansó de nosotros.
En esos momentos, no es Jerusalén, ni Gerizim donde Dios está.
En esos momentos, él no está sentado en un trono lejano, dirigiendo el cosmos.
En esos momentos el está a nuestro lado.
Junto a ti.
Junto a mí.
Las citas a las que Jesús acudió nunca fueron improvisadas ni por casualidad. No somos casualidades en su camino.
El nuestro, es un Dios que busca incansablemente, a hasta encontrarnos.
Miles y diferentes son sus caminos para llegar a nosotros.
Podemos escudriñar cuidadosamente los evangelios y en los cuatro descubriremos a un Dios personal.
Emanuel si es Dios con nosotros.