Si pretendemos vivir para la eternidad, una separación de lo terrenal debe ocurrir en nuestra vida. Hemos sido creados para cosas más grandes que esas.
No podemos amar el mundo y amarlo a él.
Esa es la tragedia laodicense: La tibieza que mantiene fuera de la vida a Jesús.
No se puede mantener por mucho tiempo este ensamble espiritual.
Tarde o temprano ocurrirá una ruptura:
Romperemos con lo terrenal o romperemos con lo eterno.
O estaremos de su lado o le daremos la espalda para siempre.
Romperemos con lo terrenal o romperemos con lo eterno.
O estaremos de su lado o le daremos la espalda para siempre.
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